domingo, 1 de marzo de 2015

A Dios no hay quién le entienda

II Domingo de Cuaresma


¡Qué difícil es entender a Dios!

¿Cómo puede Dios pedir a Abraham que sacrifique a su hijo? el hijo buscado y esperado, el hijo de la ancianidad, el fruto de la promesa hecha por el mismo Dios. Bien pudo Abraham inventar el dicho: "Dios aprieta pero no ahoga"

¿Cómo puede Cristo, el Dios encarnado, pedir a Pedro, a Santiago y a Juan, sus tres predilectos de entre los apóstoles, que no cuenten lo que han visto en lo alto del Tabor, cuando han contemplado en el reflejo de la resurrección unida a una tradición milenaria de la Ley y los Profetas? Aquí quizás fue más prudencia que misterio; una vez más y no era la primera ni será la última, los elegidos para guiar la Iglesia no entienden ni comprenden, confunden y se asustan.

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?

A Dios no hay quién lo entienda..., pero siempre está presente y vigilante para con nosotros; no tanto para ver si somos buenos o malos cuanto para ejercer de PADRE.

Dios entregó a la muerte a su propio Hijo, sí lo entregó pero para SALVACIÓN, no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?

A Dios no hay quien lo entienda... pero sabe muy bien lo que hace, aunque no lo entendamos, aunque nos confunda y, no pocas veces, salgamos corriendo.

Génesis 22,1-2. 9-13. 15-18
Sal 115,10.15.16-17.18-19 Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida
Romanos 8, 31b-34
Marcos 9, 2-10






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