sábado, 18 de abril de 2015

Soy yo... con carne y huesos

III Domingo de Pascua


El encuentro con el Resucitado es necesariamente materia para compartir. Quien se encuentra con Dios no puede sino comunicarlo, contar su experiencia. Encontrarse con Dios e intentar quedárselo para uno sólo es como si uno quisiera casarse solo y además comerse el banquete preparado para los 200 invitados, es demasiado para uno, o desiste y comparte o revienta en el intento. Así es Dios, demasiado para uno, obligado de compartir. 

Sin querer -o queriendo- nos obliga a ser comunidad. Comunidad que se reúne para encontrarse, para hablar de Señor y compartir sus experiencias. Comunidad donde el Señor se hace presente con el saludo pascual: paz a vosotros (también siempre en un plural-comunitario) Comunidad que comparte el gozo y el miedo, la sorpresa, la alarma, la duda... pero donde Cristo se hace presente... paz a vosotros. 

Y reiteradamente en las apariciones Cristo muestra, desde su humanidad herida, el misterio de la resurrección. Mirad mis manos y mis pies. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Es Santa Teresa de Jesús, de quien celebramos ahora el V Centenario de su nacimiento, es la gran defensora de la Humanidad de Cristo, el Dios humanado.

Todo estaba escrito en la ley, en los profetas, en los salmos, todo estaba escrito y a hechos pasados es fácil aplicar la Escritura a la persona de Jesús. El camino inverso no debió resultar tan fácil, de hecho hay tenemos a los apóstoles atrincherados en sus dudas y sus miedos. Todo estaba escrito pero faltaba la Luz que aclarase y diese sentido, la Luz "que no produce sombras" -como nos recordaba Teodoro de Studion (monje bizantino del siglo VIII) esta semana en una lectura en los maitines-. Todo estaba escrito pero ni sabíamos leerlo ni podíamos entenderlo. Todo estaba escrito pero sin el Espíritu Santo es letra muerta.

Cristo resucitado es el sentido y la fuerza de la vida. Cristo es el poder de Dios encarnado... para curar enfermos, para perdonar pecados, para dar vida... Se le puede ignorar y vivir como si tal cosa; pero a quien le conoce y le reconoce como Dios no le queda más posibles que amarle y vivir según Él. Cristo es nuestro abogado ante el Padre, nuestro intercesor, nuestra mejor herramienta para forzar la inmensa misericordia de Dios. Y no sólo nuestro sino del mundo entero, pues por todos se entregó en la cruz.

Fr. J.L.

Hechos de los Apóstoles 3, 13-15. 17-19 Sal 4, 2. 7. 9    R/. Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, SeñorPrimera carta del apóstol san Juan 2, 1-5Lucas 24, 35-48

Abrazo de Cristo a San Bernardo, procedente del Monasterio de Santa María de Rioseco (Burgos) actualmente en la Iglsia del Monasterio de Cardeña.

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