sábado, 29 de agosto de 2015

Cumpli-miento

XXII Domingo del Tiempo Ordinario (B)


La palabra de este domingo nos presenta binomios antagónicos:

            La pureza de Dios contra las suciedades de los hombres
            La ley de Dios frente a los resortes legales de los hombres
            El don de Dios y las naderías de los hombres.
            La ley o el amor, las palabras o las obras, el corazón o la fachada...

Dios no ve con los ojos humanos. Dios que es quien puede juzgar, no juzga. Dios, unidad en la diversidad, es Simple, así también es su pensamiento. Dios no es complicado... Dios es amor sin condiciones ni condicionales, sin peros, sin revanchas.

Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro, de dentro del hombre, de su corazón, como de lo más intimo de nuestras entrañas, salen las maldades que hacen al hombre impuro.

El Decreto Ad Gentes del Concilio Vaticano II habla de la Semina Verbi, el Logos Spermatikos griego, del que ya tratara en el siglo II San Justino en Las Apologías. En el corazón del hombre por naturaleza hay presencia de Dios, la honradez, la bondad, la sinceridad, la honestidad, la alegría, la fraternidad... todo eso no se aprende, es ético, es patrimonio natural. Los ritos, a los que tanto se aferraban los judíos en tiempos de Jesús, a los que corremos el riesgo de agarrarnos nosotros ahora para un puro cumplimiento de las normas que nos haga estar a bien con Dios olvidándonos de los prójimos... no tienen sentido, es miseria de hombres con todas las bendiciones que queramos.

Cumplir los mandatos de Dios que son nuestra sabiduría y nuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, no nos hacen esclavos, nos hacen dignos, nos hace grandes. Cumplir la ley de Dios no es un camino unidireccional, Dios-yo, yo-Dios; no, cumplir la ley de Dios, del Dios encarnado en el que creemos, es una relación pluridireccional: Dios-yo-los otros. Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba. Por propia iniciativa ... nos engendró... Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo.

Todo beneficio y todo don perfecto viene de arriba. Llevadla a la práctica y no os limitéis a escucharla. Dios da gratuitamente, se da gratuitamente, nos ama, sin medida, gratuitamente. Gratuidad y misericordia son una sola cosa en Dios.

Gratuita debe ser nuestra respuesta... venir a misa el domingo por que es 'obligatorio', cumplir los ayunos y la abstinencia de carne cuando 'lo manda' la Santa Iglesia, rezar por 'obligación' la liturgia de las horas, confesarse 'por lo menos' una vez al año... Nuestra Iglesia también tiene unos cuantos preceptos pero no sirven de nada si son simplemente una obligación, un cumplir...

Cuando se vive la fe, los sacramentos, la oración, la relación comunitaria... cuando se vive a Dios no se puede separar lo de Dios y lo del prójimo, es indivisible. Cuando se vive desde la caridad todos los mandatos y preceptos tienen sentido, son nutrientes, dan vida. No podemos llamarnos cristianos e ignorar situaciones sociales cercanas y lejanas de humillación o persecución de nuestro prójimo. No podemos acercarnos a comulgar el Cuerpo del Señor cuando no queremos verle encarnado en las llagas de los refugiados, los perseguidos por su fe (cualquiera que sea su fe), los maltratados en la familia, en el trabajo, por la injusticia social... Comulgar eucarísticamente supone hacer comunidad, hacerse común, compartir gracias (divinas y humanas) y también penas.

Que no se pueda aplicar en nosotros la frase de Isaías repetida por Jesús: Este  pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.

Todos tenemos un prójimo tirado al borde del camino, que el cumplimento de los mandatos de Dios no nos hagan insensibles a las necesidades del mundo.

Cumplir normas sí, pero empecemos por el principio, el amor.

Fr. J.L.

Deuteronomio 4, 1-2. 6-8
Salmo 14, 2-3a. 3bc-4ab. 5             R/. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27
Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

El retorno del hijo pródigo (1667/1670). B. E. Murillo 
National Gallery of Art (Washington D.C.)
 

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