sábado, 28 de noviembre de 2015

¡Ya viene!

I Domingo de Adviento (Ciclo C) 


Comienza el tiempo de Adviento, tiempo de espera y tiempo de esperanza.

Cuatro domingos, cuatro velas, un camino por recorrer, un ascender, un aclarar, un querer vislumbrar. La espera de un encuentro, la necesidad de ese encuentro con el Dios humanado.

Tres personajes, Isaías, Juan el Precursor y María, la Virgen Madre con dos satélites, Isabel, su anciana prima y José, el casto esposo.

Dos colores: El morado, penitencial por un lado expectante otro. Oscuro morado que debemos ir clareando hasta quedar deslumbrados en la Luz de la Navidad del Señor; por la inmensa claridad que sale del humilde pesebre donde el cielo se junta con la tierra y Dios se hace hombre. El rosa, segundo color (que nosotros no usamos), que se puede emplear el domingo tercero en una invitación clara (otra cualidad de la luz) a una espera gozosa, expectante, ilusionante...

Una actitud. La espera activa: esperar avanzando por el camino de la salvación para encontrarnos lo antes posible. Para hacernos los encontradizos. Esperar encendiendo luces, físicas y espirituales, cada domingo una vela, cada día nuestro espíritu. Esperar con la mesa preparada, y quien dice mesa dice salita y corazón, lugar de encuentro, para recibir con dignidad, para recibir con amor, de corazón. Una espera expectante, deseada, una espera necesitada

El pueblo judío esperaba al Mesías (1ª lectura) que cumpliría las promesas, un vástago de la casa de rey David, que haría justicia y derecho, que salvaría a Judá y daría tranquilidad a la vida cotidiana. Miremos nuestra sociedad, nuestro alrededor, estamos como entonces necesitados, hasta más necesitados que entonces, del cumplimiento de las promesas, de justicia y derecho, de salvación y tranquilidad. Su nombre será: Señor-nuestra-justicia.

La llegada del Señor, su conocimiento, el encuentro personal con Él, debe colmarnos y rebosarnos en amor mutuo y amor a todos (2ª lectura) No nos puede dejar indiferentes, nos debe hacer levadura que fermenta nuestro entorno, que cambia nuestro alrededor. Esta es la actitud correcta en espera de su segunda venida, la definitiva, con estremecimiento y estruendo de cielos y tierra, con poder y majestad... entonces sabremos que llega y será nuestra liberación.

Dios viene, Dios nos viene. Viene para nosotros, para cada uno de nosotros. Que no estemos llenos de las cosas que saturan pero no llenan, que invaden pero no llenan. Dios nos viene, preparemos los caminos, preparemos los corazones.

Fr. J.L.

Jeremías 33, 14-16

Salmo 24                       R/. A ti, Señor levanto mi alma
Primera carta a los Tesalonicenses 3, 12-4, 2
Lucas 21, 25-28. 34-36

El arbol de Jesse (1485). Jan Mostaert
Rijks Museum (Holanda)

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