sábado, 9 de enero de 2016

El Bautismo del Señor

El Bautismo de Jesús marca el final del ciclo de Navidad.  El recién nacido ha crecido Se ha hecho mayor.  Ya no es un niño indefenso y dependiente.  Es un hombre libre sabe lo que quiere.  Y libremente se va a comprometer con la voluntad del Padre, de su Padre, para traer el derecho a las naciones, para ser luz de las naciones, para dar luz a los ojos y liberar a los cautivos (primera lectura).

Todo un programa que se ha ido madurando a lo largo de muchos años de vida ordinaria, en Nazaret, con su familia y con los de su pueblo, siendo uno más en medio de nosotros.

Pero, cumpliendo siempre la ley de la encarnación, el comienzo de la misión de Jesús tiene lugar de una forma escondida y humilde.  Tan sencilla como lo fue su nacimiento.  Así nos los dice el evangelio de Lucas. 

Jesús se bautizó ante Juan pero no como un acto individual, ante los ojos de todos, como la iconografía nos lo suele proponer.  Lo hizo en un bautismo general, como uno más, sin hacer ruido, sin llamar la atención ('la caña cascada no la quebrará, el pabilo vacilante no lo apagará"). Lo importante pasó en su corazón.  Más tarde, en oración, como dice el relato, se sintió confirmado en su misión: 'Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto'.  Y tomó la decisión.  Para siempre.  Sin dudas.  Siguió su misión hasta la entrega total y definitiva. Son palabras que hoy nos cuesta entender. Nosotros preferimos las medias tintas (“mientras nos queramos”, “mientras no haya problemas”). Jesús no conocía la mediocridad. Dijo “Sí”al amor del Padre y en adelante fue su testigo. En lo bueno y en lo malo. Hasta la cruz. Hasta la resurrección.

Por eso, la fiesta del bautismo de Jesús conlleva necesariamente una referencia precisa también a nuestro bautismo. Un bautismo que espera ser “manifestado”. Es necesario y urgente que el nombre registrado en los librotes de los archivos parroquiales salga fuera, al descubierto. Ya es tiempo de honrar y hacer nuestros los compromisos que otros (padres y padrinos) han tomado por nosotros.

Hoy tenemos la oportunidad de repensar nuestro propio Bautismo. ¿Qué hemos hecho de aquel sacramento? ¿Lo hemos asumido como una decisión personal de seguir un determinado estilo de vida?  Recordemos que no se trata de hacer cosas grandes sino de vivir como cristianos día a día.

Como Jesús, también nosotros hemos sido bautizados
Con Espíritu Santo y fuego.
El Espíritu es la gracia, el don gratuito,
Nos hace conscientes de ser hermanos de Jesús,
Nos trae la libertad verdadera para todos,
Nos hace sentir por dentro que estamos perdonados,
Y que somos  amados  por el Padre incondicionalmente.

¿Porqué, pues, estamos asustados y encogidos ante la vida
y llenos de miedo a algún posible castigo
de este Padre que así nos quiere?
¿Qué nos pasa, Señor?

Hoy Señor Jesús, queremos pedirte:
Que nos des a sentir tu espíritu de fuego;
Que nos haga conscientes de que estamos perdonados,
Que nos consideremos hermanos pequeños tuyos
E hijos de Dios Padre,
Que nos haga abandonar la rutina y el miedo
Y que nos mueva a participar activamente en alguna tarea a favor del Reino. Así sea.

Abad Marcos García 

Bautismo de Cristo (1659) del pintor burgalés Mateo Cerezo "el joven"
Museo de Arte Sacro (Castrojeriz)

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