sábado, 27 de febrero de 2016

Yo Soy te está esperando

III Domingo de Cuaresma (Ciclo B-2016)


Todos los días conocemos sucesos, accidentes, muertes... casi siempre lejos, otras cerca, a veces nos toca de lleno. Y oímos preguntar y nos preguntamos: ¿y por qué a él o ella? si era tan buena gente. Y pocas veces, además, pedimos explicaciones a Dios: ¿es que los galileos que mató Pilatos en el altar de las ofrendas eran peor que los demás?, ¿es que los diez y ocho que murieron aplastados por la torre de Siloé tenían alguna culpa especial que los distinguiese del resto de los habitantes de Jerusalén?, ¿es que... esta persona que malvive con una enfermedad terminal esta siendo castigada por algo?, ¿es que Fulano que ha sido despedido del trabajo está pagando una mala vida?, ¿es que...?, ¿es que...?, ¿es que...?

Si aplicamos mecanismos humanos no puede ser de otro modo: acción-reacción, pecado-castigo, falta-represalia.

Y si miramos al Antiguo Testamento, quizás tengamos más argumentos para mantener la hipótesis. Pues Dios, el Yo Soy, de la zarza que ardía y no se consumía, libra al pueblo de la opresión de Egipto... y los tiene cuarenta años dando vueltas por el desierto (de todos los que salieron de Egipto {Éxodo 12, 37 Los israelitas salieron de Ramsés a Sucot. Sin contar mujeres y niños, eran como seiscientos mil hombres de a pie, en edad militar. 38 Con ellos se fue muchísima gente de toda clase, además de muchas ovejas y vacas], un pueblo inmenso, llegaron dos a la tierra prometida). Igual tenemos que recordar estos cuarenta años y exponenciarlos al setenta veces siete para entender los modos de Dios y las muchas posibilidades de salvación que una y otra vez ponía a su alcance y una y otra vez se ocupaban de negar.

Dios ve la opresión de su pueblo y baja a liberarlos. Dios ve nuestras pobrezas y debilidades y viene a sanarlas. Dios siempre da otra oportunidad, otro año de cuidados como la higuera del evangelio, otra cuaresma, otro domingo, otra posibilidad de encuentro, otro, otro, otro... Dios no se cansa de esperarnos, como el padre al hijo pródigo cada día sale a nuestro encuentro, se hace el encontradizo, y si queremos encontrarlo tenemos sus brazos abiertos. Y como a la mujer adultera, sorprendida en fragante momento, nos dice: ¿Dónde están tus acusadores? ¿nadie te condena? yo tampoco, y en adelante no peques más. Jesús no pasa lista con pelos y señales, invita a seguir caminando por un camino mejor. Como dice el Papa Francisco a los confesores comentando este evangelio: Jesús no pregunta a la mujer, dónde, cuándo, cómo, cuántas veces, con quién... noooooo. Jesús le dice: vete y en adelante no peques más. (Si Dios no condena, quién es un hombre por muy cura que sea, por muy ordenado que esté, para condenar?)

El que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga. Hay que sentirse falto de perdón y necesitado de misericordia, es necesario necesitar a Dios. Quien no necesita misericordia no necesita a Dios, se siente seguro por sus propias fuerzas y su apoyo es ¿...? no lo sé, pero sí sé que no es un apoyo seguro. Las cosas, las personas, los estados, las circunstancias... todo cambia, todo pasa. Solo Dios queda, y queda en espera, y espera nuestra vuelta, con los brazos abiertos -clavados en cruz-, con los brazos abiertos dispuestos a recibirnos y acogernos con un abrazo, con los brazos abiertos...

Yo Soy nos espera. Yo Soy se hace el encontradizo. Yo Soy quiere que todos los hombre se salven y lleguen al conocimiento de la verdad (1Tm 2,4) Yo Soy no abandona aunque las circunstancias sean extrañas a la vida del espíritu. Sólo el que siente la necesidad  de Dios le puede encontrar, quien necesita de su misericordia se deshará en su amor. Y quien siente el amor y la misericordia de Dios en su vida será misericordia viva para los demás.

Fr. J.L.

Éxodo 3, 1-8a. 13-15
Salmo 102, 1-2. 3-4. 6-7. 8. 11.           R/El Señor es compasivo y misericordioso
Primera carta a los Corintios 10, 1-6, 10-12
Lucas 13, 1-9


Moisés y la zarza ardiendo (s. IX). Mosaico bizantino
Monasterio de Santa Catalina (Sinaí)

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