viernes, 11 de marzo de 2016

La botica de San Pedro de Cardeña

Las boticas monásticas surgen, sobre todo, a partir del siglo XVI. Será el Camino de Santiago el que motive y fomente la creación de las mismas y la especialización de algunos monjes en el fascinante y complicado mundo del conocimiento de las propiedades curativas de las plantas, y del estudio de los “humores” de algunos animales.

En muchos casos se ocupaban de regentar las boticas personas que habían entrado en religión conociendo “el oficio”. Según parece, la botica de Cardeña se instaló a comienzos del siglo XVIII y lo más probable es que hasta estas fechas se surtieran los monjes de alguna botica cercana y prestigiosa como era la de San Juan de Burgos. Lo mismo que la de San Pedro de Arlanza lo hacía con la de Santo Domingo de Silos, por ejemplo. 

Botica reconstruida Monasterio de Oseira (Orense)
Sabemos que en 1752 ya existía la botica en el monasterio de Cardeña y que estaba al frente de ella un religioso de la casa que disponía de uno o dos mozos ayudantes. Así consta en el catastro del Marqués de la Ensenada.

El año 1761 el Gobierno decretó que se cerraran las boticas monásticas que no tuvieran boticario. El organismo competente en la materia, el llamado Real Protomedicato controlaba minuciosamente esta cuestión. Se trataba en realidad de poner cortapisas a las boticas de los monjes por quejas de “competencia” de los boticarios seglares.

Nuestro monasterio se vio en el apremio de tener que recurrir a sus hermanos de Silos en 1765 solicitándolo del Abad y comunidad que enviara a Cardeña al P. Fr. Benito Curiel, natural de Nájera, que había sido boticario antes de su ingreso en Santo Domingo de Silos. De no obtener respuesta positiva “antes de encontrar mancebo” se vería en la precisión de cerrarla, ateniéndose a la Orden de 1761 a la que acabamos de aludir. Afortunadamente Silos contaba con el sabio P. Isidoro Saracha, por cierto riojano también, y pudo enviar al P. Saracha para que residiera una temporada en nuestro monasterio de Cardeña.

Veinte años después, ejerce de boticario Fr. Francisco Gallego, monje de Cardeña, titulado por el Real Protomedicato como leemos en el protocolo (nº 1211) del 6 de junio de 1785, siendo Abad del monasterio el R. P. Fr. Ramón Álvarez (1785-1789) que lo firma y en el que se propone a D. Tomás de Zaldívar; respetable boticario de Burgos, como responsable de la botica caradignense a fin de que responda, como seglar, ante las visitas de calidad y control. Al parecer quien realmente ocupó tal puesto fue D. Andrés García, natural de la villa de Pazos en Orense. En el protocolo se registra que “no se indica el motivo del cambio”.

Antes del cierre de Cardeña por la Desamortización estaba al cuidado de la botica el hermano lego Ft. Esteban de Malaina, natural de Briviesca.

Botica en Peñaranda del Duero (s. XVII)
Los botámenes de las boticas monásticas eran, por lo general, de cristal, y sobre todo, de cerámica, procediendo estas últimas mayoritariamente de Talavera de la Reina. Tales recipientes solían ir decorados con el escudo de la Orden o del Monasterio que poseía la botica, generalmente en color azul, aunque se dan abundantes casos en los que se utilizaban otros colores e incluso policromía.


Producto de las numerosas vicisitudes históricas que ha sufrido San Pedro de Cardeña (ocupación francesa, desamortización, guerra civil, etc…) desafortunadamente nada queda hoy de la antigua botica del monasterio. Únicamente dos albarelos de Talavera del siglo XVIII, con el escudo del monasterio, pudieron ser recuperados en noviembre de 1994, al adquirirse en una subasta.


Escudos del Monasterio de San Pedro de Cardeña 
Fr. J. Marrodán OCSO

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