sábado, 13 de agosto de 2016

Tiempo de fuegos

XX Domingo del Tiempo Ordinario (C)


El Evangelio de este Domingo se podría tomar a la "tremenda" y no dejar títere con cabeza, o a lo "folclórico" y endulzar la palabra del Señor hasta hacérnosla deleitosa.

A lo largo de la Historia Bíblica, no pocas veces, el fuego es regalo del cielo, envío de Dios, para purificar arrasando, para amedrentar, para asustar, para marcar su presencia, para llenar a sus elegidos de sus dones...

Ojala estuviera ya ardiendo, ojala el fuego del celo de Dios -el que nos purifica y fortalece- estuviese ya ardiendo en nuestros corazones. Vivir en Cristo, llenos de su fuego, ser uno con Él, participar de su divinidad pues por Él somos hijos de Dios e coherederos de su reino. Pero vivir en Cristo es también compartir sus padecimientos; es ser su palabra oportuna para lugares y gentes que no le quieren escuchar, que viven muy a gusto sin Dios. 

Cristo a venido a traer fuego en el mundo, a revolucionar nuestro mundo, las formas instituidas, formalistas, de fachada. Pero sobretodo a revolucionar nuestro interior, a quemar nuestro hombre viejo para hacernos nueva creación.

Como el profeta Jeremías en la primera lectura que es un estorbo para sus vecinos porque dice la Verdad que no quieren oír, porque buscan la justicia que ruboriza a los injustos, porque hacen el bien aunque no sea rentable frente a quienes sólo buscan su propio interés. La vida en Dios es un grito callado pero provocador en el vivir de quienes nos rodean.

Como al apóstol Pablo nos toca recorrer este camino, esta carrera, sin cansarnos, sin retirarnos , con constancia... aunque todo sea adverso. Con caídas y extravíos, con levantadas y reinicios. Carrera, a veces, huyendo de lo no Cristo y otras veces siendo guías de quienes vienen tras nosotros. Carrera por cristo, con Cristo, en Cristo y hacia Cristo que es nuestra meta.

Jeremías 38, 4-6. 8-10
Salmo 39, 2. 3; 4. 18 R/. Señor, date prisa en socorrerme
Carta a los Hebreos 12, 1-4
Lucas 12, 49-53

Fr. J.L.

El profeta Jeremías (1511). Miguel Ángel
 Fresco de la 1ª sección de la bóveda de la Capilla Sixtina (Vaticano)

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